miércoles, 30 de abril de 2014

¿Y la perfección?

La perfección está, para lo humano, en un resultado. Decir que algo ha quedado perfecto.

A Dios, la perfección no le pesa. Es algo liviano y fácil, algo en proceso. Algo unido alegremente a la Ley del Cambio.

Dios puede ser perfecto sin ser perfeccionista.




viernes, 11 de abril de 2014

¿La voluntad, de quién?

Hágase Su Voluntad. Que sea lo que Dios quiera.

Entonces, ¿dónde está mi libre albedrío? No lo encuentro, me lo debo de haber dejado en la otra chaqueta.

Las diferencias entre Su Voluntad y "las opciones entre las que me debato" van a borrarse como un dibujo en la arena. Cuestión de tiempo.

El que rinda su voluntad, encuentra Su Voluntad.

jueves, 3 de abril de 2014

¿Y la danza?

Hay una danza que sale del cuerpo, que hace que se quiera estirar, que quiera botar, fluir, expandirse y encogerse.

Hay una danza que sale de la emoción, que hace que se expresen, con el cuerpo, la alegría y la tristeza, el miedo o la rabia.

Hay una danza que sale del pensamiento que analiza, hace que se midan los pasos, se recuerden y ejecuten minuciosamente, así y no asá.

Hay una danza que sale del deseo, de la aspiración por expresar algo bello, verdadero, bueno, lo que los humanos entendamos por eso.

Hay una danza que bebe de las anteriores y que, además, mira a otros lugares. Usa el cuerpo sin forzarlo, transmite emoción, pisa en el sitio justo, y aspira a un ideal. También hace algo más: mira a la luz, y le pide, por favor, que ponga todo en el momento y espacio preciso.

Sin cuerpo pero en el cuerpo. Sin emoción pero en la emoción. Sin pensamiento pero pensando. Sin deseo pero deseando, aspirando.

En esa danza puede pasar algo diferente, para el que la baila y para el todo, porque quien baila, lo bailado y el todo no son cosas separadas.

¿Y la polaridad?

Desde que nacemos, vivimos en polaridad.

La primera polaridad que conocemos es la polaridad arriba-abajo. Nosotros: abajo, los que vinieron antes que nosotros: arriba. No hay posibilidad de cambiar de lugar respecto de nuestros antecesores.

Reconocer a nuestra madre terrena, la madre que nos dio a luz, y a nuestro padre terreno, el co-iniciador del embarazo junto con nuestra madre, es condición necesaria para reconocer a nuestra madre cósmica y nuestro padre cósmico.

El padre y la madre cósmicos no tienen un cuerpo de carne. Viven dentro de cada cual, aunque no los veamos. Están, los veamos o no.

Cuando tenemos hijos, se invierten los papeles. Pasamos a ser padre, o madre, sin dejar de ser hija o hijo.

Los padres dan y los hijos reciben. Ojo: recibir puede ser duro. Puede ser que nos den ganas de querer devolver algo a nuestros padres.

No es posible.

El río de la existencia avanza hacia adelante, no puede fluir hacia atrás, y no es deseable que lo haga.

Si queremos devolver algo, no será a nuestros padres. A ellos podemos reconocerlos, agradecerles, pero no devolverles lo que nos han brindado (la posibilidad de tener vida, de tener sustancia física). ¿Cómo pagaríamos eso? No se puede.

Se puede devolver hacia adelante: se puede agradecer a la vida y a la sustancia la oportunidad que se nos brindó, y tener hijos, proyectos, hacer cosas dignas y agradables con nuestras vidas, con nuestros cuerpos físicos.

La medida en que nos permitimos recibir de nuestros padres, y dar a nuestros hijos es la medida en que nos permitimos recibir de la vida-sustancia y desarrollar eso que nos han dado, desarrollarnos en y con eso, que nos han dado.

La segunda polaridad que encontramos al estar en este mundo es la horizontal: izquierda-derecha, un lado-otro lado. Los dos lados son iguales y están en equilibrio, es una balanza.

En el equilibrio, las dos partes dan y reciben por igual, por turnos. Es lo que sucede en una pareja: la mujer y el hombre darán y recibirán.

Si alguien sólo recibe, está confundido: está haciendo de hija, de hijo. Se acuerda de la polaridad vertical, y actúa en consecuencia, de modo que se pierde la polaridad horizontal.

Si alguien sólo da, está confundido: está haciendo de padre, de madre. Vive en la polaridad vertical, y actúa en consecuencia. Se pierde el vivir la polaridad horizontal.

En la polaridad horizontal no vale sólo dar, o sólo recibir. El equilibrio consiste en saber hacer ambas cosas. Es imposible verlo desde fuera. Una pareja es algo misterioso: sólo ellos saben si su equilibrio está equilibrado.

En esta doble polaridad arriba-abajo, un lado-otro lado, vivimos todos.